Invitamos a una Turinger seca en turismo para que nos contara en primera persona cómo llegó al área de aprendizaje y tecnologías digitales, y cómo el turismo puede beneficiar el aprendizaje desde temprana edad.

Crecer en Valparaíso te da cierta inquietud y curiosidad, nada se da por hecho, ni las calles, ni los cerros, menos la bohemia.

Una escalera puede terminar en el patio de una casa, en un callejón sin salida o un precipicio con el equilibrio como tu único aliado. Y si tienes suerte, te encuentras con alguien y lo acompañas a descansar mientras conversan qué tal va la vida…

Valparaíso es un laberinto de preguntas buscando identidad.

Valparaíso es un anfiteatro de colores y solo queda ponerse el cinturón de seguridad .

Este desafío de ir conociendo la historia haciéndote partícipe en troles, ascensores y cerros, despertó las ganas locas de conocerlo todo, todos los lugares, los sabores , todas las personas, todas las historias y, con suerte, dedicarme a ello.

Estudié Turismo y Gestión Cultural y muchas cosas más. Creo que si mi padre leyera esto, estaría recolectando boletas y facturando, a pesar de que fue él quien sembró en mí esa rebeldía genuina, despertándome con “Time” de Pink Floyd cada día para ir al colegio, comprándome un teclado para cantar Los Prisioneros, o haciéndome un póster con el «Let it be» de The Beatles.

Todo esto encendió en mí unas ganas incesantes de aprender. Y de hecho, hasta hoy busco la manera de seguir estudiando.

“Aprender es una forma de participar en el mundo”

Cada año de carrera iba comprendiendo que el turismo no es solo una actividad del sector económico. Me iba enamorando, iba viajando, conociendo, el aprendizaje era una experiencia en sí mismo. Descubriendo Chile, es imposible no sobrecogerse con nuestros recursos naturales, no generar identidad con nuestra cultura, no ser consciente de la empatía, la generosidad de la colaboración como lo viven en el sur, por ejemplo.

Un patrimonio intangible. Y mientras recorres, el viaje es interno, íntimo, reflexivo. 

Llegaba cada semestre con más ideas, con ganas de cambiar el mundo y mejorarlo. Me encontraba con mi propósito y me hacía responsable como profesional que quería ser un aporte al mejor desarrollo del sector.

Con ideas, muchas ideas, lluvia de ideas, ideas buenas, malas, las que quedan, las que nacen, renacen, como la canción de Calle 13: “Se hacen eternas cuando las quieren y siempre viven y nunca mueren. Cuando se duermen son indefensas y se despiertan cuando las piensas. Y las atacan y las defienden, las más valiosas nunca se venden, alcanzan todo lo que desean, así de grandes son las ideas”.

Nacen propuestas, proyectos, y una que me acompaña hasta el día de hoy, a pesar de los vaivenes de la vida y los desafíos profesionales, es entender que el turismo y la cultura son herramientas para una educación integral, y generar experiencias en el aprendizaje de niños y niñas puede crear una propuesta de valor a largo plazo como persona y como país, y esa es una apuesta que no quiero perder.

Me hice cómplice de profesores para entrar a las aulas, porque los sostenedores nunca tienen plata y los colegios menos voluntad de romper con la educación tradicional, de memoria y conservadora.

Profesores como aliados y en conjunto, conversando en las reuniones con apoderados de salidas a terreno, de conocer el entorno, de identidad, de creatividad, circuitos culturales, diversidad e inclusión ¡Listo! Juntos éramos más.

Y para aquellos colegios que aún negaban la posibilidad de salir de las aulas, el desafío fue llevar el entorno a clases, con talleres de Chile viajando con la imaginación, contando historias de sus vacaciones, descubriendo con la narración o con visual thinking, por qué Chile era de todos y debíamos sembrar la semilla como fuese, en la sala o en terreno, en equipo, de manera integradora y participativa generando experiencias educativas, y el cambio ya era de la comunidad.

“Si conocemos, cuidamos”, ya se convertía en lema.

En este proyecto de Turismo Educativo tenían que estar todos los perfiles posibles, diseñadores, relatores, ingenieros músicos, deportistas, científicos, escritores, gente del mundo de la robótica, de la programación y también del turismo.

Todas las texturas para desarrollar habilidades, hacer florecer los talentos, comprender la gestión de emociones.

No más fechas, tablas y poemas de memoria. La invitación era a generar experiencias educativas con diversidad y multidisciplinarias.

Yo que he crecido análoga, sé el valor de la experiencia, y hasta hace algunos años atrás daba vueltas en círculos intentando entender cómo digitalizar algo que era tan “en terreno”.

Sin embargo, estudiando, entendiendo que el desafío es incluir y no segmentar, es redescubrir al usuario, al visitante, al estudiante, logré incorporar y ver al turismo como una herramienta para el mejor desarrollo integral. Un sector que se reinventa, que reconstruye servicios sin temporadas, generando experiencias incluso en digital.

«Me hago amiga de la tecnología y disfruto el viaje».

Uno viaja con un libro, con la música, con la cocina, uno vuelve a viajar viendo fotos, conversando, contando historias. Mientras más viajas, más te encuentras.

¿Y ustedes? ¿Cuál es el lugar de Chile que siempre recuerdan y les gustaría que otras personas conociéramos?